De acuerdo a la definición de la Real Academia de la Lengua Española, el término Fortuna se define como el encadenamiento de los sucesos considerado como fortuito; circunstancia casual de personas y cosas; suerte favorable o éxito.
En El Príncipe de Maquiavelo, es sin duda uno de los vocablos más repetidos: aparece más de ochenta veces en la edición de Liber Ediciones, cincuenta y cinco dentro de la traducción que ofrece Mauro Armiño del texto. A lo largo de la historia, además, ha incitado la imaginación de los artistas que lo han representado de múltiples maneras. En el boceto que propone Manuel Alcorlo, y su posterior grabado final, que incluye en la edición de Liber, la fortuna aparece como una diosa, ciega y caprichosa, que a veces hace sonar la flauta.
Como bien señala el Dr. Ignacio Iturralde en el prólogo a la edición, la fortuna es el elemento más historicista de la ciencia política maquiaveliana: es el componente que obliga al príncipe cauteloso a ser flexible en todo momento, impidiéndole instalarse en manidas fórmulas de éxito, para adaptarse constantemente a los signos de los tiempos, si quiere mantenerse en el poder. Tan importante es saber que no podemos dirigir nuestro destino por completo, como que no es aconsejable confiarlo todo a la voluble fortuna, ya que la suerte muda con presteza, y aquella llovizna que parecía beneficiosa no tarda en convertirse en una terrible inundación.
Igual le ocurrió al propio Maquiavelo, que tal y como subraya Iturralde en su biografía inicial, el diplomático florentino también experimentó en propias carnes las bruscas embestidas de la fortuna, cuando en 1512 la caprichosa diosa pone un abrupto punto final a su carrera política con tan sólo 44 años, precisamente motivado por la derrota de la milicia florentina que tan diligentemente había organizado.
Para el traductor Mauro Armiño, en Maquiavelo el término Fortuna va íntimamente unido al de virtú: se complementan, se requieren y exigen mutuamente; es más, sin el primero, el segundo no podría mostrarse en plenitud, pues es la capacidad para apreciar la ocasión oportuna y aprovecharla para el éxito de sus tentativas; si una de ellas falla, o falta, el fracaso es seguro.
Por ello, frente al giro inexorable de la rueda de la Fortuna, Maquiavelo responsabiliza de sus actos al sujeto, capaz de ejercer su voluntad libre frente a la acción política. Y le otorga audacia, talento, capacidad para enfrentarse a los hechos políticos que la realidad o la Fortuna pongan ante él de forma prevista o imprevista, competencia política, valentía, energía.
El Dr. Ambrosio Velasco, por su parte, en el ensayo que ofrece en esta edición, destaca la severa crítica que hace Maquiavelo en el capítulo XXVI a los príncipes de Italia que han carecido de virtud, y por ello los destinos de Italia los define la fortuna. Para Velasco, los dos capítulos finales de El Príncipe constituyen una esperanzadora reflexión sobre el poder de la fortuna y de la virtud, con el ánimo de que un príncipe italiano gracias a las enseñanzas y consejos de Maquiavelo consiga la unificación y liberación de Italia. Este exhorto es una escena dramática de final de obra en la que la virtud triunfa sobre la fortuna para restablecer la grandeza de la patria italiana.
Para aquel que quiera profundizar en las diferentes ocasiones en las que Maquiavelo exhorta a la Fortuna para instruir a ese necesario príncipe, aquí quedan algunos ejemplos extraídos de la traducción que Mauro Armiño realiza para la edición de Liber Ediciones.
Carta de Nicolás Maquiavelo a Lorenzo de Medicci. [Acoja, pues, Vuestra Magnificencia este pequeño presente con el mismo ánimo con que lo envío; y si se considera y lee con atención, se reconocerá en él mi vivo deseo que alcance esa grandeza que la fortuna y sus demás cualidades le prometen.]
Cap VI De los principados nuevos que se adquieren con armas propias y con valor. [El hecho de pasar de simple particular a príncipe presupone capacidad o fortuna, parece que tanto una como otra de estas dos cosas mitigan en parte muchas dificultades; sin embargo, el que menos se ha apoyado en la fortuna se ha mantenido más tiempo.]
Cap VII De los principados nuevos que se adquieren con armas ajenas y fortuna. [Quienes gracias a la sola fortuna se convierten de simples particulares en príncipes, lo consiguen con poco esfuerzo, pero necesitan muchísimo para mantenerse; y no encuentran ninguna dificultad en el camino, porque vuelan al principado; pero todas las dificultades surgen en cuanto se instalan.]
Cap IX Del principado civil. [Cuando un simple ciudadano llega a ser príncipe de su patria no mediante maldades u otras violencias intolerables, sino con el favor de sus conciudadanos —lo que se puede llamar principado civil; para llegar a él no se requiere ni la mayor capacidad ni la mayor fortuna, sino más bien una astucia afortunada—, digo que a ese principado se asciende por el favor del pueblo o por el de los poderosos.]
Cap XIV De lo que conviene hacer al príncipe en materia de ejército. [Son estas reglas de conducta las que debe observar un príncipe prudente: nunca permanecer ocioso en tiempo de paz, sino con habilidad amasar con estos ejemplos un tesoro para poder servirse de ellos en la adversidad, a fin de que, cuando la fortuna mude, lo encuentre preparado para resistir.]
Cap. XX De si las fortalezas y otras muchas cosas que cada día hacen los príncipes son útiles o inútiles. [Los príncipes se vuelven grandes, sin duda, cuando superan las dificultades y las oposiciones que se les hacen; por eso la fortuna, sobre todo cuando quiere engrandecer a un príncipe nuevo, el cual tiene más necesidad de conseguir prestigio que otro hereditario, le suscita enemigos y provoca acciones contra el príncipe para que éste tenga la oportunidad de superarlas y pueda subir más alto por esa escala que sus enemigos le han puesto.]
Cap. XXIV Por qué han perdido sus Estados los príncipes de Italia. [Que aquellos príncipes nuestros que durante muchos años se mantuvieron en su principado, no acusen a la fortuna por haberlo perdido luego, sino a su inepcia; porque, como en los tiempos de paz nunca pensaron que podían producirse cambios, y cuando luego llegaron los tiempos adversos, sólo pensaron en escapar, no en defenderse; y esperaron a que sus pueblos, hartos de la insolencia de los vencedores, volviesen a llamarlos.]
Cap. XXV De cuál es el poder de la fortuna en las cosas humanas y de qué modo hay que enfrentarse a ellas. [Considero que la fortuna podría ser árbitro de la mitad de nuestros actos, pero que aun así nos deja gobernar la otra mitad, o casi, a nosotros.]
[La fortuna muestra su poderío allí donde no hay una fuerza adecuada para hacerle frente; y por eso vuelve sus embates adonde sabe que no se han hecho esclusas ni diques para contenerla.]
[El príncipe que únicamente se apoya en la fortuna fracasa cuando ésta cambia.]
[Es afortunado el que adapta su forma de proceder a la índole de las circunstancias, y que del mismo modo es desgraciado aquel cuya forma de proceder no se adapta a las circunstancias.]
[Concluyo, pues, que, como la fortuna y las circunstancias cambian, y como los hombres son obstinados en sus modos de actuar, serán felices cuando entre ambas haya concordancia, e infelices cuando no la haya.]
XXVI Exhortación a tomar Italia y liberarla de los bárbaros. [El momento actual no se ve en quién más se pueda esperar si no es en vuestra ilustre Casa, que, con su fortuna y valor —favorita de Dios y de la Iglesia, de la que ahora es príncipe— podría ponerse al frente de esta redención.]